jueves, 15 de marzo de 2012


EN BICI, TODO ES POSIBLE

Hace unos dos años que empecé a utilizar la bicicleta para uso cotidiano; di el paso, y atendiendo a la normativa vigente sobre la combinación de bicicletas con el transporte público, me compré una bici plegable que  tímidamente e incluso con cierta vergüenza subía al tren una, dos y hasta tres veces por semana. Al principio parecía complicado; el sudor, el peso de la bici por las escaleras, la salida de Atocha..., el claxon de los coches chillándome sin razón aparente..., la logística mochila-alforja-¿qué coj... me llevo? o la logística ropil; ¿qué me pongo para no sudar demasiado?..., llegaré calado a la oficina, y hasta los posibles comentarios sobre mi nueva actividad procedentes de los compañeros del trabajo me producían cierto pánico. 
Tonterías, todo eran tonterías, ésa es la conclusión a la que puedo llevaros hoy.
Y así es, todo eran tonterías de novato, todas se solucionaron con la práctica y dos años después me muevo como pez en el agua por la capital, disfruto cada segundo que me desplazo pedaleando y he encontrado en el ciclismo urbano no sólo un medio de transporte alternativo y eficaz, sino también un apasionante hobby que me está permitiendo descubrir y conocer rincones de nuestra ciudad que hasta ahora ni reconocía sobre el mapa. También he aprendido a conocer mejor al conductor madrileño, a saber cómo funcionan la mayoría de los semáforos y a darme cuenta de que el 99% de los que nos movemos a diario por la ciudad; conductores de autobús, particulares, taxistas, autoridades, peatones, ciclistas, mamás con carritos, etc, todos somos gente normal y casi siempre salimos a la calle con buenas intenciones. Sin prejuicios, por favor.
No podría resumir en pocas líneas todo lo que me ha aportado salir con la bici por Madrid en estos dos años y todas las experiencias interesantes que he vivido así que sencillamente voy a contaros lo que he hecho hoy, espero que mi aporte pueda ser de utilidad a gente que como yo, vive en la zona sur, trabaja en el centro de Madrid y además le apetece hacer algo distinto para sentirse mejor. 
Ahí va la liebre, amigos.

Regresando del trabajo a casa, sin coche, sin metro, sin tren..., con mi bicicleta.

Hoy, y tras unos días probando rutas similares, he regresado por quinta o sexta vez del trabajo a casa en bicicleta, pero sin subirme al tren; para que os hagáis una idea, lo que hago habitualmente es salir de casa en bici, bajar hasta la estación de tren de San José de Valderas, que dista 1,5kms de casa y coger el tren hasta Atocha. Desde la estación continúo con la bici hasta mi oficina (Av/ Donostiarra, Barrio Concepción), atravesando el parque del Retiro, el barrio de Salamanca para terminar alcanzando la zona de Ventas, muy próxima a mi lugar de trabajo. Trayecto total bici-tren o "commuting", como dicen los guiris, de alrededor de 50-55 minutos. A la vuelta solía hacer lo mismo, pero aprovechando este permanente buen tiempo y las ganas de dar más pedales me planteé recorrer el trayecto completo de vuelta en bici. Gracias a la ayuda de los increíbles organizadores de enbicipormadrid.es, lo conseguí. 
Ahora os voy a contar cómo me ha ido y un poquito acerca del recorrido que para mi gusto y tras probar varios es el más adecuado para transitar a caballo de hierro.

Abandono mi lugar de trabajo, edificio Herre, pegado a la Mezquita M-30, a las 17.10 de la tarde, atravieso la calle a derechas hasta encontrarme con la Av / Donostiarra, que me permite cruzar por encima de la M-30 en dirección Ventas, donde giro a la izquierda en Roberto Domingo y enfilo la Av /Los Toreros; cuidado con los colegios por esta zona, a esta hora salen muchos niños del cole y las dobles filas son inevitables, una buena comunicación con el conductor que llevamos detrás siempre ayuda a no quedarte petrificado con el pie a tierra detrás del coche de la clásica mamá esperando al nene. Unos metros después me voy a la izquierda otra vez para alcanzar la Plaza de Manuel Becerra mediante la calle Doctor Gómez Ulla; la rotonda parece inmensa e intimidante, pero no hay que preocuparse, respetando los semáforos y ajustándonos a la derecha llegaremos sanos y salvos a Dr. Esquerdo, que se convertirá en nuestra pista de despegue. 
Es muy importante saber que no tenemos prisa, estamos de vuelta y hacemos esto porque nos apetece y porque nos gusta.
Dr. Esquerdo es una calle muy larga, muy recta y con un perfil muy descendente hacia el sur que nos permite alcanzar velocidades muy elevadas con la burrita mecánica; esto no es un problema, sino una ventaja; sólo tenemos que tener cuidado con el tráfico que nos rodea, ser sensatos y prudentes e integranos en el tráfico con confianza y sin miedo, de esta manera llegaremos de los primeros a Conde de Casal, otra plaza muy tocha. Aquí debemos ladearnos a derechas para poder enfilar después hacia el sureste la Calle de Guillermo y Fernández Shaw, bajadita que nos desestresará instantáneamente del tráfico que hemos padecido a buen seguro recorriendo Dr. Esquerdo los últimos kilómetros. Viene bien un poquito de paz, relajar el ritmo y decir un cuasi adiós al perfil favorable del que hemos estado disfrutando hasta el momento, todavía transitamos un perfil favorable, pero esto se acaba, cortas y frecuentes rampas nos anuncian que pronto llegarán los puertos. Es parte del juego.

Antes de llegar a la M-30 (acordaos de que no podemos meternos con la flaca en las autopistas), vamos a la derecha hacia Luis Mitjans y seguimos hasta alcanzar la Av / Ciudad de Barcelona por medio de Catalina Suárez, hacia el este otra vez bajamos y un pelín antes de encontrarnos con los estresados enlatadillos de la M-30 giramos a la derecha por Cerro Negro, rumbo al sur; vuelta a la tranquilidad. Nos dejamos llevar y poco después de dejar a la derecha el Corte Inglés de Méndez Álvaro nos adentraremos en el Parque Enrique Tierno Galván, que atravesamos en un remanso de paz no asfaltado pero con buen terreno, sin apenas baches y poca arena que a buen seguro nos reconfortará y preparará para el resto de la travesía; hasta vamos a ver un laguito y todo, con fuente, recordad que siempre debemos disfrutar de nuestro recorrido, en el coche no podemos y en el metro..., ni os cuento.
Se acabó el parque , cruzamos por debajo de la vía del tren y toca cruzar el río por un puentecito que parece estar puesto para nosotros, sobre Madrid Río. Nos alejamos definitivamente del bullicio de la zona centro, señores. Divisamos el Hospital 12 de Octubre bastante cerca y nos suena que el anillo verde está por ahí, con lo que tras ciclar Aniceto Pérez y llegar a Dr. Tolosa Latour, dejando el citado y enorme hospital a la izquierda, alcanzaremos la Av de los Poblados. Manía mía, cuestión personal, pero no me gusta el Anillo Verde, cruces con demasiado desnivel, algo peligrosos por falta de semáforos, no sé, da igual.., yo voy como los coches, por la calzada, y todavía puedo puesto que la cosa no se ha puesto del todo tiesa, el perfil empieza a ponerse serio pero sigo permitiéndome una velocidad aceptable como para no ser injustamente claxonado...
Tras un par de rotondas, llegaremos a un desvío a la izquierda en el que hay que tener cierta precaución, mirad muy bien para que ningún coche más rápido que vosotros por la izquierda os alcance, el fin de todo esto es bajar por una calle de cuyo nombre no me acuerdo pero que deja la empresa de autobuses EMT a derechas, para luego hacia el oeste enfilar Halconero del Rey, que irremediablemente nos premiará con la Crtra. de Leganés, y digo nos premiará porque la callecita, pegada al cementerio, tiene su aquel. Estas dos últimas calles son duras de pelar pero gozan de una gran ventaja, un parking en línea, vacío, que nos ofrece mucha seguridad para en caso de emergencia poder "escaparnos" del acoso de algún borreguillo con prisa.
Que no os intimide la cuesta a la que nos enfrentamos en la Crta. Leganés, si vais por vuestra derecha y bien señalizados no pasará nada, tampoco tiene demasiado tráfico, y por si fuera poco, más a la derecha tenéis una vía ciclable, para ir más tranquilos si es menester. Llegaremos a la Av / La Peseta, rumbo suroeste donde ya huele a meta, pero sin confiarse, que nos queda lo peor; cuestas duras, paciencia, desarrollo fácil (nada de fixies para esta ruta, muy poco recomendable, por favor, frikadas las justas) y paciencia, sabemos que tardaremos como hora y cuarto, si es más no nos importa, pero es nuestro momento del día, así que no hay prisa, ninguna prisa, estamos disfrutando cada metro que recorremos.
Nuestro objetivo antes de cruzar la M-40: C / Pinar de San José , sabremos que estamos cerca de este punto cuando veamos el dichoso pinar al frente, giraremos a la izquierda para recorrer esta bendita calle que nos indica que ya estamos casi en casa. Vemos el puente que cruza la M-40 al pasar la curva y al tomar este tramito "off-road", cuidado! porque si lleváis una bici muy racing os la podéis pegar con una facilidad tremenda, tierrecita suelta, desniveles y montículos indeseados, pero nada que yendo despacito no se pueda salvar. Subimos el puente y nos recreamos viendo a los borreguetes intentando llegar a casa con el atascazo que seguramente ya se haya cosechado por la zona. Sin acritud, el tráfico no es culpa de nadie, es un cúmulo de sucesos aleatorios.
Terminado el puentecito y superando otra bajadita "off-road" estamos ya en el Barrio de la Fortuna, después de varias expediciones zonales he descubierto que la manera más rápida de atravesar este barrio evitando en lo posible el desnivel es por la parte de arriba, además de ser una vía de mucho menos tráfico ya que el malogrado centro comercial que hay ahí tristemente cerró hace tiempo y la zona está muy solitaria. 
Alcanzaremos el Parque de las Presillas al final y nos dejaremos caer, simplemente nos dejamos caer, sin duda nos lo hemos merecido, éso sí, no conviene ponerse de pie y soltar el manillar abriendo los brazos hacia el cielo y mirando al infinito mientras llenamos de aire fresco los pulmones porque la bajada engaña. Otro poquito de pista "off-road" y finalmente nuestro puente del barrio, ése puente rojito y estrecho que se construyó hace poco por encima de la M-406 es el que me va dejar en mi casa, hora y cuarto después de salir de la oficina.


Ruta en bici 1455666 - powered by Bikemap 
Hemos ahorrado en transporte, hemos conocido un poco más nuestra gran ciudad, hemos realizado una actividad física estupenda y ya estamos en casa, con una sonrisa de oreja a oreja ¿qué más se puede pedir?

Una cerveza, por supuesto, ahora mismo voy a por ella.

Saludos y pedal,
Luis



jueves, 2 de febrero de 2012

Frío

Parece que por fin llega el frío, pese a que esta mañana no lo hayamos notado demasiado; algo de escarcha en las partes más sombrías del asfalto, una brisa algo más cortante que otros días..., pero por lo general unas sensaciones muy parecidas a las de otros días. Sin embargo dicen que va en serio, que esta tarde nos va a caer "la del pulpo" y que el verdadero frío polar siberiano...,entrará con todas sus armas.

A la hora de ir al trabajo en bicicleta siempre es bueno informarse, conocer y probar la vestimenta más conveniente dependiendo del tiempo que haga; no necesariamente hay que ir con otra ropa que no sea la que utilizamos en nuestro puesto de trabajo, ni tampoco vamos a seguir a pies juntillas lo que se dice por ahí sobre cómo vestirse adecuadamente, si luego resulta que vamos a ir incómodos o que tenemos que volver a cambiarnos de ropa en la oficina, no tendría sentido, ¿verdad?, lo mejor es ir probando con aquello que tengamos hasta que encontremos lo que mejor se nos adapta.

En lo que se refiere a mi experiencia personal en estos días frescos y secos con la bici, donde más frío paso es en los pies y manos, y muy especialmente en estas últimas; ni se os ocurra salir en bici en invierno sin guantes, se pasa mucho frío, se hielan las manos rápidamente y no es nada agradable, unos guantecillos de abrigo son suficientes para evitar esto o al menos para evitar que lleguemos a nuestro destino y no podamos ni candar la bici ya que ni sentimos las manitas.
Luego viene el tema del pecho, el torso, la "caja"; no creo, siempre y cuando no circules en plan "competi" por la ciudad, que sea necesario llevar prendas "supertranspirables" en invierno ya que a ritmo normal no hay porqué sudar, en verano, es otra historia que ya contaremos. No obstante, yo sí he notado diferencias en cuanto a la prenda de abrigo principal, no es lo mismo llevar el clásico abrigo de vestir, o algo parecido, que llevar un cortavientos deportivo, para mi la diferencia es abismal, creo que con tiempo muy fresco es muy recomendable llevar una chaqueta cortavientos, cuando nos movemos en bici el aire frío pega más fuerte que si fuéramos caminando y con este tipo de prenda evitaremos que se cuele.
Alguno pensará que el cortavientos no abriga, pues no, no abriga demasiado y a no ser que sea de los buenos tampoco transpira mucho, pero con los guantes y una "braga" en el cuello, evitaremos que el calor corporal que nosotros mismos generamos pedaleando se marche por los huecos y de esta manera no pasaremos frío.

Y de cintura para abajo, pues como vamos siempre, las piernas van moviéndose así que son las que menos frío pasan, éso sí !, evitad los calcetines de ejecutivo o también os acordaréis de vuestros pies.

Feliz jueves.


viernes, 27 de enero de 2012

Tercer tramo, disfrutando del tráfico.

Hemos llegado a la estación, hoy hay más gente, se nota en los viernes que muchos afortunados ya no trabajan hoy y marchan en tren al pueblo, o a ver a la novia que estudia fuera, o a sus padres, o simplemente a disfrutar de un fin de semana fuera de Madrid; hay más tránsito en la gran estación, más maletas y se ven menos "tupperwares" que de costumbre.
Como siempre, espero pacientemente a que todos los viajeros abandonen el vagón y la puerta quede bien despejada, para entonces hacerlo yo; mi intención no es otra que mantenerme de los últimos, hay que molestar lo justo, o nada, pasar lo más desapercibido posible. No existen las prisas, y menos un viernes, todavía tenemos que subir varios tramos de escaleras mecánicas antes de ver la luz del día, así que "pasearemos" por la estación.

Ya estoy en la calle, me dirijo hacia la chica que entrega el periódico gratuíto y le pido uno, intuyo que es una persona muy agradable porque no hay día que no me devuelva la sonrisa de agradecimiento; admiro que esté allí aguantando el frío y los malos modales de aquellos que no solicitan el periódico, sino que se lo arrancan de la mano tendida sin ni siquiera mirarla..., tristemente, no son pocos.

Me preparo un momento para lanzarme al semáforo que me dirá cuando puedo emprender mi camino hacia Alfonso XII, para después adentrarme en el Parque del Retiro, mi zona de tránsito favorita.

Los viernes suelo improvisar, no siempre atiendo a la ruta habitual y me gusta adentrarme en otras calles desconocidas, disfruto conociendo caminos alternativos y fijándome en todos sus detalles, no sólo de tráfico, si no de tiendas, portales, fachadas, o cualquier cosa que pueda llamar mi atención. Una de las grandes bondades de la bicicleta es que te permite ver mucho más allá que desde un coche o un autobús.
Pero el Parque del Retiro casi nunca me lo salto; la parte más complicada ya está superada, la cuesta del Ángel Caído, una dura prueba para las piernas, un despertador para el cuerpo suficiente para mantenerte activo el resto del día; las piernas se quejan al principio, gimen, lloran y te ruegan desesperadas que sigas a pie, pero al salir del Retiro lo agradecen, están más fuertes y preparadas y les cuesta menos mantener la cadencia de pedaleo.
Ni que decir tiene que el Paseo de Coches es de tan conocido parque, mi tramo favorito, la belleza de su trayecto no sólo reside en el paisaje, sino también en los variopintos personajes con los que nos podemos cruzar a primera hora de la mañana; me encanta observar a la gente, es útil y te ayuda a aprender y a comprender mejor el conjunto de la sociedad que nos rodea.

Hoy no he variado mucho mi recorrido, he optado por el carril bici de O'Donnell, para luego subir hasta Ortega y Gasset por Lombia, Maiquez y Montesa, misma calle, para entendernos. Allí al final ya está todo hecho, me ha bastado cruzar Francisco Silvela hacia Cartagena y dejarme caer por la Avenida de los Toreros hasta Roberto Domingo para luego enfilar la Avenida Donostiarra, ya al lado de mi destino.

Otro día hablaré mejor del recorrido, de sus cosas buenas y de las malas, de sus detalles bonitos y de los feos, de cómo respetar al máximo el código de circulación siendo al mismo tiempo un poco travieso y divertido y de todas esas cosas que acontecen cuando circulamos en bicicleta por Madrid.

Buen fin de semana.


jueves, 26 de enero de 2012

Segundo tramo, mi viaje en tren.

He llegado a la estación, donde sigo sin explicarme cómo una estación de tren con más de veinticinco años de antigüedad no dispone de instalaciones de acceso para minusválidos. Rotundamente inaudito; tenemos un carril bici que no sirve para nada, tenemos un complejo cultural feo, vasto e inútil sin terminar y disponemos de más zonas verdes que cualquier otro pueblo de la zona sur de Madrid, pero ojo, si alguien llega con una silla de ruedas a la estación de tren, se tiene que dar la vuelta porque no existe ni una triste rampa ¿por qué?, ojalá alguien me lo pueda aclarar algún día.

Me dirijo al final del andén, siempre los últimos vagones están más despejados y si lleva tu bicicleta debes tener en cuenta que es como si fueras tres, no uno, ni dos, tres, ni más ni menos, cada rueda es uno, y tú otro.
Y nada de sentarse, a no ser que la cosa esté muy vacía. Sentido común puro y duro, el que más puede molestar soy yo.
Me acomodo con mi montura en la puerta contraria del vagón, tratando de ocupar poco espacio aunque afortunadamente, y gracias al metro (no todo iba a ser malo) la linea de tren que atraviesa mi ciudad está casi siempre a medio llenar, lo que es una satisfacción que nos hace olvidarnos de agobios, empujones y falta de desodorante, entre otros.

Trayecto corto, sin llegar a los veinte minutos, saco mi libro de la alforja y me aplico a mi lectura. No lo hago en seguida, espero a llegar al túnel, me gusta ver como el tren en el que viajo adelanta a la mayoría de los coches que transitan en paralelo hacia Madrid, parece que tienen problemas con el tráfico de la hora punta. Nosotros no.

Próxima parada: Atocha.








Primer tramo, de casa al tren.

Parece que esta mañana hace más frío que ayer y también parece que el sol que tantos días seguidos nos viene acompañando se hace de rogar en esta mañana de jueves, pero no quiere ceder el relevo a su enemiga la lluvia, que por otra parte empieza a ser necesaria.
Siempre miro por la ventana antes de salir, si llueve mucho no me disgusto, pero elijo el metro ya que a nadie le gusta pecar de tonto.

Saliendo de casa sólo veo a los chicos que bajan al instituto, como de costumbre, reunidos en pequeños corros esperando al compañero tardón o jugando con sus teléfonos móviles mientras conversan. Bajan al mismo instituto en el que yo pasé cuatro grandes años de mi vida y que recuerdo como si fuera ayer, seguramente porque nunca he dejado de recordar ésa época. Olvidamos aquéllo que queremos olvidar, pero somos bastante cuidadosos para mantener los recuerdos que no queremos que se vayan, porque siempre nos servirán de ánimo y aliento.


La bajada por la Calle "de los institutos" es muy sencilla y muy rápida, algo que puede resultar un poco incómodo a primera hora de un día de invierno, pero nada que no se solucione si uno se cubre bien; alcanzo el final de la calle y me encuentro más tráfico del habitual, una hilera de diez o doce coches detrás del semáforo que regula la primera rotonda antes de salir a las autovías; me adelanto a todos los coches por la izquierda y me sitúo delante del semáforo para salir el primero y adentrarme en el barrio de San José de Valderas, mi barrio, su "casco antiguo". Ellos (los de los coches), giran a la derecha para encontrarse con su segundo pequeño atasco de la mañana, claro, es que la segunda rotonda tiene más tráfico todavía. Pobres.

Reanudo mi marcha con el semáforo contrario en ámbar y asegurándome que ningún despistado... se lo vaya a saltar, de esta manera me libero del tráfico, ganando en seguridad y respetando la señalización, éso es, sin saltarme el semáforo, que en la mayoría de los casos, pues está feo.
Callejeo por las calles del barrio y en unos dos minutos ya estoy en la estación de tren, donde me dirijo con calma a la zona del último vagón, siempre más tranquila y más cerca de la salida en Atocha.
Mientras me subo al tren, muchos de los coches que vi en la zona del instituto están todavía por allí, por el barrio, esperando su turno en la rotonda para poder salir a la dichosa autovía...













El abandono de la línea

Algunas veces me he preguntado el porqué de no haberme salido antes de la línea; ésa línea que nos marca el ir en coche al trabajo, en metro o en tren. Es posible que el efecto “borrego” que tan común es en esta sociedad tenga mucho que ver, o todo que ver, pero lo cierto es que salirse del camino que marcamos la mayoría de los mortales es algo que en muchos casos merece la pena. Y en este caso, no hay duda de que así ha sido.

Sí, me salí de la línea, no la dejé del todo, ya que sigo utilizando el tren, pero me alejé bastante de ella y ahora echaría mucho de menos mi bicicleta si no pudiera utilizarla para acudir al trabajo cada mañana.

Nunca he sido demasiado aficionado a la bicicleta, no es un artilugio del que me haya enamorado desde niño ni tampoco soy el clásico ciclista que coge la bici de montaña o de carretera todos los domingos aunque trone, llueva o nieve. Salgo alguna vez con los amigos, casi siempre en épocas templadas y en plan “pachanga”, siempre muy lejos de ser un férreo aficionado.  Pero hace un par de años y ante el indiscutible movimiento ciclista madrileño, me planteé la posibilidad de utilizar la bicicleta como medio de transporte; comentándolo a mi círculo social y familiar, todos me alertaban de los tremendos peligros que supondría y de otros miles de inconvenientes a los que me tendría que enfrentar si me embarcará en tan arriesgada aventura…

Han pasado dos años, y aunque realmente sólo lleve uno subiéndome al sillín prácticamente a diario, es tiempo más que suficiente para darme cuenta que el abandono de la línea hasta el momento sólo me ha aportado satisfacciones.